miércoles, 29 de marzo de 2023

FLORA LEVI - DANA F. GUISANDE - SANTIAGO SYLVESTER - GUSTAVO RATIS - EMÉRITO RODRÍGUEZ AYARZA - JAVIER CATANZARO - ROSALÍA DE CASTRO - IRMA VEROLÍN

 


 FLORA LEVI

8 M
 

A las mujeres de mi familia les gusta andar descalzas
tendrán raíces esos pies
flores entre los dedos
y en nuestras memorias reverdecerán
reverdecerán
las maltratadas
las ultrajadas
las ahogadas
las incendiadas
las rotas
las pulverizadas
serán raíz
y mecerán primaveras
en los inviernos más crudos
no podrán los impunes asesinos
de rojas manos y togas negras. No podrán
A las mujeres de mi familia les gusta andar descalzas
de noche
de día
a cualquier hora
a toda hora
con puño
con cuchillo
con pistolas nos matan
te matan
me matan
a toda vista
a solas
con hijos
con madre
con prisa
sin pausa
nos matan
seremos semillas
sembradoras de gritos
a todo aullido
a toda vida
a toda lucha
tu voz
mi voz
todas
A las mujeres de mi familia les gusta andar descalzas
tendrán raíces esos pies
flores entre los dedos

reverdecerán.

 


                                Obra de la artista Dana F. Guisande para la exposición Transmutación - MAGDA


DANA F. GUISANDE

 

 Tengo pedacitos de soledades
clavados en los ojos.
El beso crispado del reloj
esconde los naipes,
baraja de nuevo.
A esta hora no hay pasillos con alondras,
ni Alicia en el país,
ni testigos noctámbulos de mi mantel.
Afuera el viento rechina acero de un tren
y la ternura del hombre luna con su mariposa
hace ruido en el aire.
El café se abandona en humo
¿Qué fuego ilumina a una ciudad dormida?
La noche es un beso
de calle apagándose impiadosa.
Tengo pedacitos de soledades
clavados en los ojos.

 

 


SANTIAGO SYLVESTER
 
UN CASO COMÚN
 
 
Qué puedo decir de este hombre que ocupa mi lugar,
conquista los litorales
o me expulsa hacia ellos
mientras despliega un esplendor ficticio.

Escribe un poema completamente falso,
opina sin meditación
sobre cosas que ignora,
desea a una mujer que yo no amo
y se asoma a la ventana con esta ansiedad inaceptable
que yo quisiera esconder en un cajón.
Ninguno cree en el otro;
sin embargo, unidos por el cigarrillo,
por la misma camisa
y una forma común de estar en desacuerdo,
entramos juntos a la escena
y corremos los dos contra reloj.
 
 
 

 
GUSTAVO RATIS 
 
CRIS- TAL

 
No es acaso la metáfora
un espejo roto que trato de armar.
No pierdo acaso
el temor de ser lastimado por cada fragmento.
Sólo mi sangre reclama piedad
sólo mi piel siento dolor estoy herido busco un árbol 
cercano a mí está el arroyo
me hundo en él con los fragmentos del espejo
no quiero olvidar a mi sangre
sólo la  piel subsiste y luego me absorbe
y el diálogo del lenguaje es mi refugio
fragmentos de versos concluyen con la muerte
sólo sé que reclamo un minuto más de vida.
Quiero despojarme de la cobardía
allá voy en busca de otro suelo
quiero sumergirme 
y ser regreso  



EMÉRITO RODRÍGUEZ AYARZA        

 MAR DE AUSENCIA
 

Un horizonte inalcanzable al frente
se traga y regurgita las mareas
desbordando arrecifes y arenales
cardúmenes azules entre espumas
Orgasmo arrecifal en plenilunio
y ansiosos roquedales de esperanzas
que guardan los proféticos lenguajes
y desbordan silencios infinitos
A veces las palabras alzan vuelo
son pájaros que vuelan en bandada
o tal vez mariposas en volandas
que abandonan la selva de mi mente
Tu ausencia se hace luz y voz y lluvia
ondulas en mi mar de pensamientos
y estás en el aroma cotidiano
la sombra permanente que me ciñe
Labradora rebelde de mis versos
surtidora de júbilo y caricias
desbocado raudal de colibríes
y apacible preludio de ternura.





       

JAVIER CATANZARO      

 CONDENA

 

He desnudado una y mil veces

A los recuerdos y su retórica,

Tristes epitafios del olvido que

Perduraran una y otra vez

Insistiendo,

                 Acechando inclemente,

Ante el dolor y la condena del tiempo,

Testigo Fiel de sus huellas

                                           Y su paso  

 

 

 


 

 ROSALÍA DE CASTRO

 
 

   Nací cuando las plantas nacen,
en el mes de las flores, nací,
en una alborada suavísima,
en una alborada de abril.
Por eso me llaman Rosa,
pero la del triste sonreir,
con espinas para todos,
sin ninguna para tí.
Desde que te quise, ingrato,
todo acabó para mí,
que eras tú para mí, todo,
mi gloria y mi vivir.
¿De qué, pues, te quejas, Mauro?
¿De qué, pues, te quejas, di,
cuando sabes que muriera,
por contemplarte feliz?
Duro clavo me enclavaste,
con ese tu maldecir,
con ese tu pedir loco
aunque no sé qué quieres de mí,
pues te di cuanto dar pude,
avariciosa de ti,
mi corazón te mando
con una llave para abrirlo.
Ni yo tengo más que darte
ni tú más que pedirme.

 

 

 


 

 IRMA VEROLÍN

 ESAS  CASAS  EXTRAÑAS

 

Esas casas extrañas
a las que mi madre me llevó antes de morir
reaparecen en días de frágil luz.  Yo,  
 todavía una niña
entré en desproporcionadas granduras
ocultando mi corazón arrebatado.
Vi habitaciones de paredes enteladas
muebles finísimos
terso brillo en los cielorrasos
espejos inesperados
y profundos zaguanes
que se abrían hacia otras profundidades
creando túneles
donde las palabras se desabastecían
donde   lo viviente  crecía y se multiplicaba
como el espacio
que cobraba cuerpo alrededor de mí.
Casas espléndidas e inaccesibles
como diosas. La mano de mi madre
con su temblor y su suavidad
me acompañó
de sitio en sitio
por aquellas interioridades.
Caminábamos despacio  
temerosas de perturbar
la perfección de la grandura.
Cuando mamá se fue
yo me quedé allí
ahogada por  la reverberación de las palabras
que en lo hondo
de las cavidades desbocadas
no dejaban de repetirse
y repetirse. Esas casas extrañas
fueron construidas con lentitud
y persistencia
a la medida de los fantasmas
que iban a nacer después
para nosotras.

  Queridos amigos: les damos a todos la bienvenida a RUPES NIGRA (Roca Negra), lugar de encuentro y difusión de la palabra. Rupes Nigra re...