FLORA LEVI
8 M
A las mujeres de mi familia les gusta andar descalzas
tendrán raíces esos pies
flores entre los dedos
y en nuestras memorias reverdecerán
reverdecerán
las maltratadas
las ultrajadas
las ahogadas
las incendiadas
las rotas
las pulverizadas
serán raíz
y mecerán primaveras
en los inviernos más crudos
no podrán los impunes asesinos
de rojas manos y togas negras. No podrán
A las mujeres de mi familia les gusta andar descalzas
de noche
de día
a cualquier hora
a toda hora
con puño
con cuchillo
con pistolas nos matan
te matan
me matan
a toda vista
a solas
con hijos
con madre
con prisa
sin pausa
nos matan
seremos semillas
sembradoras de gritos
a todo aullido
a toda vida
a toda lucha
tu voz
mi voz
todas
A las mujeres de mi familia les gusta andar descalzas
tendrán raíces esos pies
flores entre los dedos
reverdecerán.
DANA F. GUISANDE
Tengo pedacitos de soledades
clavados en los ojos.
El beso crispado del reloj
esconde los naipes,
baraja de nuevo.
A esta hora no hay pasillos con alondras,
ni Alicia en el país,
ni testigos noctámbulos de mi mantel.
Afuera el viento rechina acero de un tren
y la ternura del hombre luna con su mariposa
hace ruido en el aire.
El café se abandona en humo
¿Qué fuego ilumina a una ciudad dormida?
La noche es un beso
de calle apagándose impiadosa.
Tengo pedacitos de soledades
clavados en los ojos.
conquista los litorales
o me expulsa hacia ellos
mientras despliega un esplendor ficticio.
Escribe un poema completamente falso,
opina sin meditación
sobre cosas que ignora,
desea a una mujer que yo no amo
y se asoma a la ventana con esta ansiedad inaceptable
que yo quisiera esconder en un cajón.
Ninguno cree en el otro;
sin embargo, unidos por el cigarrillo,
por la misma camisa
y una forma común de estar en desacuerdo,
entramos juntos a la escena
y corremos los dos contra reloj.
EMÉRITO RODRÍGUEZ AYARZA
MAR DE AUSENCIA
Un horizonte inalcanzable al frente
se traga y regurgita las mareas
desbordando arrecifes y arenales
cardúmenes azules entre espumas
Orgasmo arrecifal en plenilunio
y ansiosos roquedales de esperanzas
que guardan los proféticos lenguajes
y desbordan silencios infinitos
A veces las palabras alzan vuelo
son pájaros que vuelan en bandada
o tal vez mariposas en volandas
que abandonan la selva de mi mente
Tu ausencia se hace luz y voz y lluvia
ondulas en mi mar de pensamientos
y estás en el aroma cotidiano
la sombra permanente que me ciñe
Labradora rebelde de mis versos
surtidora de júbilo y caricias
desbocado raudal de colibríes
y apacible preludio de ternura.
JAVIER CATANZARO
CONDENA
He desnudado una y mil veces
A los recuerdos y su retórica,
Tristes epitafios del olvido que
Perduraran una y otra vez
Insistiendo,
Acechando inclemente,
Ante el dolor y la condena del tiempo,
Testigo Fiel de sus huellas
Y su paso
ROSALÍA DE CASTRO
Nací cuando las plantas nacen,
en el mes de las flores, nací,
en una alborada suavísima,
en una alborada de abril.
Por eso me llaman Rosa,
pero la del triste sonreir,
con espinas para todos,
sin ninguna para tí.
Desde que te quise, ingrato,
todo acabó para mí,
que eras tú para mí, todo,
mi gloria y mi vivir.
¿De qué, pues, te quejas, Mauro?
¿De qué, pues, te quejas, di,
cuando sabes que muriera,
por contemplarte feliz?
Duro clavo me enclavaste,
con ese tu maldecir,
con ese tu pedir loco
aunque no sé qué quieres de mí,
pues te di cuanto dar pude,
avariciosa de ti,
mi corazón te mando
con una llave para abrirlo.
Ni yo tengo más que darte
ni tú más que pedirme.
IRMA VEROLÍN
ESAS CASAS EXTRAÑAS
Esas casas extrañas
a las que mi madre me llevó antes de morir
reaparecen en días de frágil luz. Yo,
todavía una niña
entré en desproporcionadas granduras
ocultando mi corazón arrebatado.
Vi habitaciones de paredes enteladas
muebles finísimos
terso brillo en los cielorrasos
espejos inesperados
y profundos zaguanes
que se abrían hacia otras profundidades
creando túneles
donde las palabras se desabastecían
donde lo viviente crecía y se multiplicaba
como el espacio
que cobraba cuerpo alrededor de mí.
Casas espléndidas e inaccesibles
como diosas. La mano de mi madre
con su temblor y su suavidad
me acompañó
de sitio en sitio
por aquellas interioridades.
Caminábamos despacio
temerosas de perturbar
la perfección de la grandura.
Cuando mamá se fue
yo me quedé allí
ahogada por la reverberación de las palabras
que en lo hondo
de las cavidades desbocadas
no dejaban de repetirse
y repetirse. Esas casas extrañas
fueron construidas con lentitud
y persistencia
a la medida de los fantasmas
que iban a nacer después
para nosotras.