CINZIA MARULLI
Mi tumba
Cuando esté dentro de mi tumba
me sentaré a mirar el mar
y esperaré que me vuelva polvo
entonces podré escuchar los discursos secretos
y viajar a los lugares donde nunca estuve
podré hablar con el viento
y caminar junto con las nubes
Iré a la casa de todos los poetas y
hurgaré en sus cajones
Cuando esté dentro de mi tumba
ya no habrá frío y podré
pasear sin miedo a enfermar
me sentaré en un banco
y leeré todos los libros que no he leído aún
No existirá tampoco el Tiempo
y yo me quedaré joven para siempre
me daré laca a las uñas
y me ataré el pelo con briznas de hierba
Cuando esté dentro de mi tumba
me lavaré el alma con las palabras
serán ellas mis plegarias.
GLADYS ABILAR
AUTORRETRATO
Soy un pequeño gesto de la vida
que sueña ser adagio en las cuerdas de un arpa
un reflejo desgarrado de un relámpago
una luz en el pantano.
Soy la levedad de una caricia en duermevela
un latido que arrojó el universo en ciernes
una mueca que intenta ser palabra
una palabra que sublimó sus letras.
Soy el grito de un útero en riña
un esbozo de vida en los escombros
una voz que se desangra entre las piedras
y reverdece al madero envejecido.
Soy una música que lavó sus notas
en la fuente matriz de una entelequia
un ave que plegó sus alas
de mórbido plumaje.
Soy una partícula de gleba fecundada
en un páramo insurgente
la sonrisa que trueca rostros de espanto.
Soy la flor que redime a la bestia.
LAURENCE WONG
A medio amanecer
Mi cabeza tendida en la música del alba
Bajo el agua soy verde hierba
Sigilo
Ondulaciones blanquecinas
bajo el dorado vaso
Profundo
una tenue fisura de luz
Fluye lento sobre la cerradura
de la cerradura de un viento lila
El viento lila es tu pelo suave
en el cepillo dorado de una mañana silenciosa.
VICTORIA RODRÍGUEZ
Mudanza
El primer día de mudanza
las cenizas se refregaban
en las casitas de la villa
la gente de La Viluma
tenía la ropa ahumada
pero no había leña ardiendo
ni la huella negra de los techos
amortiguaba el silencio
de los cerros
el jarrón de bronce de mi madre
los cucharones de cobre
combinaban con la tierra
que se desprendía allá arriba
-una verdadera tormenta-
las cajas de mudanza
el vidrio molido
y los brazos polvorientos
que hacían humo
no teníamos nada fuera de esos sobres
las copas tintineaban en sus cubículos
madre reparaba una trizadura
las casas más bellas son las
rotas, nos dijo
las mejores ventanas son las que
dan a la humareda
de qué huimos, madre
a dónde van las cenizas que flotan
cuando el aire espeso las atraviesa
y se juntan para llenar los resquicios
de las familias
ZACHARIAH RAPOLA
Sueños
los soñadores han venido y se han ido
mucho antes del alba del capital
mucho antes de la marea de la servidumbre
los soñadores han venido y se han ido
campesinos soñadores de los sueños
largos y fugitivos
he compartido sus anhelos
cuando las pesadillas sacudían sus pensamientos arrebatados
campesinos soñadores de sueños largos y fugitivos
los soñadores han venido y se han ido
un compañero
nutrido por el patriotismo
he sido testigo de su
viaje centenario
los soñadores han venido y se han ido
yo también he llorado y anhelado
cuando ellos soñaban con océanos y vientos
porque yo también soy un soñador
un soñador
de sueños largos y fugitivos
(Inspirado en el poema de Langston Hughes ‘El negro habla de los ríos’)
VALERIA PARISO
Ahora una vaca camina frente a tu casa.
Deseas seguirla, huir al valle.
Mirar el cielo desnudo sobre la hierba.
Bajo el burka azul te cubres
los tobillos con poemas y escribes sobre ellos
la palabra sol.
NICOLAS GUILLÉN
¡Aquí estamos!
La palabra nos viene húmeda de los bosques,
y un sol enérgico nos amanece entre las venas.
El puño es fuerte
y tiene el remo.
En el ojo profundo duermen palmeras exorbitantes.
El grito se nos sale como una gota de oro virgen.
Nuestro pie,
duro y ancho,
aplasta el polvo en los caminos abandonados
y estrechos para nuestras filas.
Sabemos dónde nacen las aguas,
y las amamos porque empujaron nuestras canoas bajo
los cielos rojos.
Nuestro canto
es como un músculo bajo la piel del alma,
nuestro sencillo canto.
Traemos el humo en la mañana,
y el fuego sobre la noche,
y el cuchillo, como un duro pedazo de luna,
apto para las pieles bárbaras;
traemos los caimanes en el fango,
y el arco que dispara nuestras ansias,
y el cinturón del trópico,
y el espíritu limpio.
Traemos
nuestro rasgo al perfil definitivo de América.
¡Eh, compañeros, aquí estamos!
La ciudad nos espera con sus palacios, tenues
como panales de abejas silvestres;
sus calles están secas como los ríos cuando no llueve en la montaña,
y sus casas nos miran con los ojos pávidos
de las ventanas.
Los hombres antiguos nos darán leche y miel
y nos coronarán de hojas verdes.
¡Eh, compañeros, aquí estamos!
Bajo el sol
nuestra piel sudorosa reflejará los rostros húmedos
de los vencidos,
y en la noche, mientras los astros ardan en la punta
de nuestras llamas,
nuestra risa madrugará sobre los ríos y los pájaros.
SUSANA INÉS NICOLINI
Uno comienza a escribir
por la noche
para no morir:
un café, un cigarrillo
y esa paciencia de absoluto
que no se puede ejecutar.
Tal vez haya sido la música
el benefactor de la tarde
el silencio, no obstante,
se ufana en la piel.
A esa hora la vida es un hábito
y uno se da cuenta
que puede morir como cualquiera
que dejó la vida a medio hacer
creyéndola inagotable.
Qué oscura es la ciudad
cuando amanece
cuando laten las sienes
porque sabemos.
La pasión es algo distante
demasiado ajeno
demasiado falible,
sin embargo recordamos los días
en que le creímos
en que la vimos
cruzar la oscuridad
y enamorarnos.
Y uno vuelve a escribir
por la mañana
-costumbre pausada-
y otra vez nos queda
la escritura y el silencio:
ese grito constante
que a nadie le importa.
Victoria feroz de la experiencia.
A todos nos alcanzan
las flechas de algún dios.