SOMBRA
II
Un pie tras otro, escapa mi paso
por el mínimo tajo
y al hacerlo,
mi sombra verdadera
deja de serlo
para abrazarse a la sombra de mis sueños.
JOSÉ E. PACHECO
INDESEABLE
No me deja pasar el guardia.
He traspasado el límite de edad.
Provengo de un país que ya no existe.
Mis papeles no están en orden.
Me falta un sello.
Necesito otra firma.
No hablo el idioma.
No tengo cuenta en el banco.
Reprobé el examen de admisión.
Cancelaron mi puesto en la gran fábrica.
Me desemplearon hoy y para siempre.
Carezco por completo de influencias.
Llevo aquí en este mundo largo tiempo.
Y nuestros amos dicen que ya es hora
de callarme y hundirme en la basura.
JOSE CARLOS BECERRA
Las reglas del juego
Cada uno debe entrar en
su propio degüello, cada uno retocando su respiración, cultivando sus
excepciones a la regla, sus moluscos solares,
haciendo sus abstinencias más inclementes y más diáfanas
porque la luz debe romperse allí, la eternidad debe dejar caer un guijarro en ese gemido.
Recuerden la niñez de vuestra madre, la niñez de vuestra muerte;
solitarios del mundo y de todos los deseos,
inoculados por el lagarto y el pájaro que se enfrentan en todas las intenciones de la sangre.
Ustedes han sentido la máscara y la falsificación de la máscara: el rostro
en los invernaderos de las pequeñas, inútiles ceremonias que todavía nos conmueven.
Bajo la luz de una luna parecida a la desnudez de las antiguas palabras,
escuchen este ritmo, esta vacilación de las aguas,
la noche está moviendo sus ruedas oscuras, estas palabras llevan ese significado,
y yo me dejo arrastrar por aquello que quiero decir: aquello que ignoro,
y he aquí que la frase delibera su propio silencio.
Oh noche casual de estas palabras,
oh azar donde la frase regresa a su silencio y el silencio retorna a la primera frase,
en el lenguaje aparecen de nuevo los primeros caracoles, las primeras estrellas de mar,
y las bestias de la niebla ponen su vaho en los nuevos espejos.
Aquel que diga la primera palabra dejará caer el primer vaso,
aquel que golpee su asombro con violencia verá aparecer el fuego en sus cabellos,
aquel que ría en voz alta será el primero en guardar silencio,
aquel que despierte antes de tiempo sorprenderá a su esqueleto haciéndole señas extrañas a los árboles;
y el mar, como un síntoma interrumpido, vuelve de nuevo a oírse a los lejos
y en su respiración otra vez escuchamos el ruido de esa puerta
que bate azotada por el viento del infinito.
Nace la luna sobre el mar como una antigua mirada del hombre.
En el puerto se van encendiendo las primeras luces.
EDUARDO DALTER
Nadie estuvo en sus ropas, en su patria, en sus raíces.
Un silencio de lobo avanzó y corcoveó por estas calles.
El terror derribó puertas y espió por las mirillas.
Una conmoción de muerte, de la puerta para afuera
y de los ojos para adentro, nos exilió del otro
y fuimos gente sola, de mirada huidiza, en los rincones
como las hojas tristes que los vientos amontonan
GABRIELA YOCCO
he visto altos corredores que trazaban el laberinto del sueño
y hombres oscuros como cíclopes de asfalto que trabajaban la noche
y mapas blancos para los laberintos y capas oscuras para esos hombres
he visto mi sangre esparcirse en las sábanas y también la tarde volverse otra sangre
en inacabables parques con nombres rotos y botellas sin fondo
he visto pájaros de vuelo violento y breve / morir en cada otoño
con esa manera tenue de morir que poseen los pájaros
y he visto también playas cubiertas de peces de escamas azules
peces y peces detenidos para siempre en la calmada agonía de la arena
he visto los párpados volverse una tela seca sobre los ojos amados
he visto los dedos del hielo aferrar una boca y he visto
la textura del aliento en la última ventana
he visto la pequeña aventura del latido y su naufragio
he visto amores caer sobre un árbol y deshilvanar los dedos
como una rueca fría y desalada
he visto mi propio rostro del otro lado del espejo
ese su gesto feroz del que pierde la sed en el desierto
y también he visto / puedo recordarlo
las marcas húmedas de mis pisadas en esas noches / esos pasillos /esos hombres
cuando la vida era una sílaba sola entre los dientes
la mueca del ahogado
una reja verde arañando el torso de las nubes
agua en pequeños vasos plásticos
y silencio
cuando la vida era un silencio
VICTORIA RAMÍREZ
Mudanza
El primer día de mudanza
las cenizas se refregaban
en las casitas de la villa
la gente de La Viluma
tenía la ropa ahumada
pero no había leña ardiendo
ni la huella negra de los techos
amortiguaba el silencio
de los cerros
el jarrón de bronce de mi madre
los cucharones de cobre
combinaban con la tierra
que se desprendía allá arriba
-una verdadera tormenta-
las cajas de mudanza
el vidrio molido
y los brazos polvorientos
que hacían humo
no teníamos nada fuera de esos sobres
las copas tintineaban en sus cubículos
madre reparaba una trizadura
las casas más bellas son las
rotas, nos dijo
las mejores ventanas son las que
dan a la humareda
de qué huimos, madre
a dónde van las cenizas que flotan
cuando el aire espeso las atraviesa
y se juntan para llenar los resquicios
de las familias
YVES BONNEFOY
Una voz
¿Qué casa quieres hacer para mí?
¿Qué escritura oscura cuando viene el fuego?
He retrocedido mucho tiempo ante tus signos,
Me has expulsado de toda densidad.
Pero ahora la noche implacable me guarda,
Con sombríos caballos me alejo de ti.