MIRIAM ÁLVAREZ
TRES DEDALES
Ella, la que toma medidas
y sostiene alfileres con la boca
encorvada sobre la mesa,
es mi madre
los pies no le dan tregua
a la máquina de coser
tiene la vista fija en la puntada corta
un pespunte tras otro
yo la miro desde el patio
caminito al fondo
juego sola a la escondida
entre la ropa colgada
mientras la dama de noche
se enreda en el tendal
las calas erguidas
flores sin pétalos
tubos sin fin
me cuentan los secretos
que mi madre calla
la siesta se adormece
detrás de mis ojos
y desaparezco en la sombra
de un maniquí desnudo
tengo las palabras amordazadas
acá nadie dice lo que piensa
pero toda la casa susurra
reemplazamos heridas con costuras
secamos nuestra sangre como magdalenas
sólo me quedan de ella tres dedales
uno por cada pregunta
que nunca respondió.
YUKIO MISHIMA
ICARO
¿Pertenezco yo, entonces, a los cielos?
¿Por qué, sino, deberían los cielos
Fijarme con esta incesante mirada azul,
Tentándonos, a mí y a mi mente, más alto
Aún más alto, arriba en los cielos,
Atrayéndome incesantemente hacia arriba
A lo alto lejos, lejos, lejos de lo humano?
¿Por qué, si el equilibrio ha sido estrictamente estudiado
Y el vuelo calculado con lo mejor de la razón
Hasta que ningún elemento aberrante debiera, por derecho,
Por qué, aún, debiera la lujuria de la ascención
Parecer, en sí misma, cercana a la locura?
Nada hay que pueda satisfacerme;
Las novedades terrenas se opacan demasiado rápido;
Me veo llevado más y más alto, más inestable,
Más y más cerca de la refulgencia del sol.
¿Por qué me queman, estos rayos de razón,
Por qué estos rayos de razón me destruyen?
Los pueblos alla abajo y los serpenteantes arroyos,
Se tornan tolerables mientras nuestra distancia crece.
¿Por qué alegan, aprueban, y me tientan
Con la promesa de que puedo amar lo humano
Si sólo se ve, esto, de lejos-
Aunque la meta nunca podría ser el amor,
Ni, si lo hubiese sido, podría yo nunca
Haber pertenecido a los cielos?
No he envidiado a los pájaros su libertad
Ni he sentido nostalgia por la paz de la Naturaleza,
Impulsado por nada salvo este ansia extraña
De lo más elevado, y lo más cercano, para sumergirme
En el azul profundo del cielo, tan contrario
A todas las dichas orgánicas, tan lejano
De los placeres de la superioridad
Pero más alto, más alto,
Deslumbrado, quizá, por la mareada incandescencia
De las alas enceradas.
¿O acaso entonces
Pertenezco, después de todo, a la tierra?
¿Por qué, sino, debería la tierra
Mostrar tal ligereza para circundar mi caída?
Sin ofrecer ningún espacio para pensar o sentir,
Por qué entonces la blanda, indolente tierra
Me recibió con el impacto de su plato de acero?
¿Acaso la blanda tierra se volvió acero
Sólo para mostrarme mi propia blandura?
Que la Naturaleza trajera el hogar a mí
Que caer, no volar, está en el orden de las cosas,
Más natural por lejos que aquella imponderable pasión?
¿Es el azul del cielo, entonces, un sueño?
¿Fue diseñado por la tierra, a la que yo pertenecía,
En relación a la fugaz, blanco-quemante intoxicación
Conseguida por un momento por las alas enceradas?
¿Y favorecieron los cielos el plan para castigarme?
Para castigarme por no creer en mí mismo
O por creer demasiado;
Demasiado anhelante de saber dónde residía mi lealtad
O vanamente asumiendo que ya lo sabía todo;
Por querer partir volando
A lo desconocido
O a lo conocido:
¿Ambos el mismo azul pedacito de una idea?
MYRIAM ALBA ARCERITO
MEDIANOCHE
Ellos están
sé que ahí están.
Vendrán en la noche oscura
para cumplir las promesas de la destrucción
del espanto
en medio de ritos disonantes y burlescos.
Sé que vendrán
como aves carroñeras
al acecho.
como impiadosas
gárgolas vivientes
esperando en los tejados
de adobe y paja
de cemento
de lluvia sobre zinc
/ en goteras infernales
en tormentas negras de medianoche.
Vendrán para quedarse
en miedos encubiertos
frente a truenos milenarios
/ diluvios
con todas las profecías del mundo.
Caen la razón y las palabras.
¿Para qué quedarse?
/ huir del apocalipsis
es cuidar el corazón para otra guerra.
CHARLES SIMIC
MIL AÑOS DE SOLEDAD
Al anochecer
Cuando deja de nevar
Nuestras casas se levantan
Muy por encima de la tierra
En el silencioso espacio
Al que ni el ladrido de un perro
Ni el grito de un pájaro, llegan.
Somos como los antiguos marineros:
Nuestros cuerpos son el océano
Y el silencio es el bote
Que Dios nos ha dado
Para nuestro largo y desconocido viaje.
ELENA GARRO
Todo el año es invierno junto a ti,
Rey Midas de la nieve.
Huyó la golondrina escondida
en el pelo.
La lengua no produjo más ríos
atravesando catedrales ni eucaliptos
en las torres.
Huyó por la rendija la ola azul
en cuyo centro se mecía la paloma.
El cielo blanco bajó para ahogar
a los árboles.
El lecho es el glaciar que devora
los sueños.
Surgió el puñal de hielo
para cercenar minuciosamente
la pequeña belleza que defiendo.
El sol se aleja cada día más
de mi órbita.
Sólo hay invierno junto a ti,
amigo.
ROBERT LOUIS STEVENSON
MI CUERPO ES MI CALABOZO
Mi cuerpo, que es mi calabozo,
es también mis parques y mis palacios:
son tan grandiosos que allí siempre estoy,
todo el día, de un lado a otro, despacio;
y cuando la noche empieza a caer
sobre en mi lecho, soñolienta,
mientras zumba todo el edificio en su vigilia,
como si un niño salvaje,
al atardecer, la extraviara de su camino,
(habiendo ella vagado, un día de verano
por las faldas del monte, y escalado)
todavía duerme en su montaña;
tan alta es, tan esbelta, tan completa,
que allí, en los eternos campos del aire,
mi imaginación se eleva como una cometa.
POLINA BARSKOVA
Conjunción Y
Nos vimos por primera vez el domingo. No, no fue así
ya nos habíamos visto antes pero no fue.
Tú tomabas el café usando el popote como si
fueras un ave errante que se detiene a contemplar un caballo en un abrigo.
Y tú tomaste mi mano, me tomaste de la mano, me tomaste a mí.
Y el árbol de los frutos rojos y la montaña y la montaña.
Y nos reímos y escuchamos y, ¡Dios!, cada cosa se volvió basura.
Y el árbol de los frutos rojos y la corteza y la corteza.
Y nos teníamos el uno al otro sin pausa como animales en una madriguera.
Y si cada cosa después de estos eventos es triste, entonces no somos estas cosas.
Y crecimos entre la basura y jugando con la basura.
Y tú acaricias mi piel con pequeñas perlas. Y casi es enero
y aquí hay, ¡perdóname!, una magnolia rosa con sus pétalos de lenguas de perro
que se precipitó en un fondo gris y cada vez que doy un paso
que atravieso estos milagros, recuerdo el olor de tu mano
arrancada de mí, arrancada de ti.
NOEL JARDINES
pan caníbal
bajo el tajo
un largo pedazo
de medio muerto ojo
un pan caníval
para alguien resta
por una botella
su boca baja el cristal
un hijo de idiotas palmas
como un atolondrado consejo
arriba
arriba
siguio
su luna
los jardines
las ventanas
las escaleras
el fuego
la mujer
enrollada
su cuchillo
marcando
un libro